Ficha Un Ratoncito Duro de Roer

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Críticas de Un Ratoncito Duro de Roer (1)


Mad Warrior

  • 7 Jan 2024

8



Ni “Deadly Eyes“ ni “El Alimento de los Dioses“ tenían un roedor como el que aquí hace la vida imposible a esa pobre pareja de hermanos que sólo intenta salir de un gran bache económico. Seguramente tampoco imaginaba ponerse frente a un reto así el hasta entonces director de videos musicales y populares anuncios de 32 años Gregor Verbinski, quien se encontró en la recién inaugurada casa “spielbergiana“ para debutar en el mundo del cine, un proyecto decidido a levantar el llamado “Don Corleone de Dreamworks“, Jeffrey Katzenberg, tras su salida de Disney.
Tantos extremos opuestos podría resultar en una tal vez desastrosa producción, pero la unión del perfeccionista y joven director, un talentoso equipo de efectos especiales, un dúo protagonista bien seleccionado como Nathan Lane y el británico Lee Evans, sumándose a ello un presupuesto bastante alto tratándose de una película comercial para toda la familia, un guión del genial Adam Rifkin y, lo más importante, una legión de sesenta roedores preparados exhaustivamente por brillantes entrenadores...si bien ellos no son lo más importante al comenzar “Un Ratoncito duro de Roer“ (es el título con el que la conocí de niño y nunca cambiará).

Porque en realidad esta es la historia de Ernie y Lars Smuntz, tan bien definidos en esa primera mítica secuencia del funeral como el humor propuesto por el director, que gracias a la perfecta química de Lane y Evans cual especie de Oliver Hardy y Stan Laurel modernos, se recrea tanto en el tributo al humor de corte clásico como en una comedia ácida hasta el tuétano, cortesía del impagable Rifkin. Mezcla atractiva y sorprendente cuando las películas enfocadas a todos los públicos se podían permitir el lujo de ser políticamente incorrectas.
Instantes como la indigestión de la cucaracha en el restaurante de Ernie (que hoy día me sigue produciendo náuseas y escalofríos) asegura una visión un tanto retorcida de lo familiar, más aún sucediendo la trama en fechas navideñas, y Verbinski se acerca dignamente al estilo de DeVito, Ivan Reitman, incluso Joe Dante y los Coen. Este incidente marca el devenir amargo de los protagonistas, atrapados en una espiral de desgracias desde que su padre, industrial del cordel, ha fallecido (desgracia también en la vida real, pues quien le interpreta, el ilustre veterano William Hickey, fallecería poco después de ser filmadas sus escenas).

Se dispara el argumento, aunque el ritmo no era tedioso ni mucho menos antes de ello, con la llegada a la mansión victoriana que heredan el cínico Ernie y el ingenuo Lars. Si el accidente en las escaleras con el ataud ya era un signo de mal presagio, lo restante, hasta el final del metraje, se basará en ir hilvanando calamidades, una detrás de otra y cada vez a peor; “Tienen ratones“, afirma un gracioso Christopher Walken disfrazado de exterminador de plagas (está sólo unos minutos y logra robar el protagonismo a todo el mundo) desconociendo aún la amenaza que enfrenta.
Al tratarse de una mansión de valor histórico que los hermanos deben restaurar para luego subastar, el film podría verse como “Esta Casa es una Ruina“ con monstruo oculto entre rincones; precisamente eso, un ratoncito que más que un animal corriente se diría que es la reencarnación del desaparecido sr. Smuntz, dispuesto a dar una lección a sus ingratos hijos hasta conseguir unirlos y apreciar el valor de la unión familiar...aunque al principio esta unión sólo tiene como objetivo asesinar al roedor. Y aquí brilla la ejecución con la que Verbinski crea aparatosos espectáculos visuales de violencia de dibujos animados e ingeniosos desastres en la más pura y loca comedia de Blake Edwards.

Aunque el auténtico tributo se hace al viejo “slapstick“, salpicado de las pinceladas irreverentes y con tan mala sombra de Rifkin, que hacen de lo grotesco algo maliciosamente divertido (de otro modo no sería nada agradable ver a un pobre gato (por muy psicótico que sea) sufriendo una caída al vacío); aun así, aparte de las escenas descartadas, no quiero ni pensar en los cambios por los que pasaría su guión original, ya que en el desarrollo de la historia, que va a ritmo de vértigo y usando las elipsis sin ningún control, se pierden cosas en las que se debería haber profundizado más (el lado humano, sobre todo: el drama de los hermanos, la relación con el padre o la de Lars con la víbora de su esposa).
Pese a todo son baches por los que se pasa sin mucho pesar pues es el caos, y en progresivo aumento (cuya cúspide es la brutal explosión que Ernie provoca en el suelo de un escopetazo), el elemento dominante. O tal vez el mundo “real“ quede algo solapado por una genialidad que ofrece otro punto de vista de las catástrofes sucedidas, y es que la cámara no se queda siempre al lado de Ernie y Lars, sino que se arrastra bajo el suelo y se acerca al universo íntimo del ratón, perseguido, asediado y amenazado sin descanso por los invasores humanos, lográndose justo lo contrario de lo que pretendía la premisa: que nos pongamos de su lado incondicionalmente.

Y tanto más cuanto que es él y no la subasta lo que al final une a los hermanos, incluso cuando sólo pueden quedar en pie las penosas ruinas de la mansión. El mensaje familiar se aprecia, no se puede negar.
También el éxito. No está nada mal empezar tu carrera en el cine con un bombazo que ya en su primer fin de semana hace casi 7 millones en taquilla; el de Tennessee entra por la puerta grande de la industria.



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